¿Admiras a los que hablan en público con seguridad y convicción?

Pues yo, les muestro la oratoria que les permite hacerlo.

¿Qué te aporta la oratoria?

La habilidad de hablar en público es una de las herramientas más poderosas que puedes tener. Te permite comunicar tus ideas, inspirar a otros y hacer un impacto en el mundo.

La frase no es mía. Es de Barack Obama.

¿Einch? ¿Impactar al mundo? Y a mi, ¿qué me aporta la oratoria?

Saber oratoria te permite ser capaz de comunicar quién eres.

Te da confianza para expresar tus ideas. Para hacerte entender.

Y esa seguridad es atractiva de cojones.

Mostrar seguridad atrae.

¿Todos de acuerdo?

Ok. Sigo.

Hablar con seguridad te hace líder. Influyente. Carismático.

Un buen orador emociona, mueve a la acción a los que le escuchan. Les inspira.

Hablar bien en público, sin postureos, hace que conectes emocionalmente con tu audiencia, lo que logra que se vean reflejados en ti.

A ver, pa los del fondo:

1. Les emocionas.

2. Conectas con ellos.

3. Se reconocen en ti.

4. Les interesas.

5. Te escuchan

Saber oratoria te abre puertas.

Entrevistas.

Presentaciones.

Negociaciones.

Cada experiencia de hablar en público es una oportunidad para aprender y crecer, tanto personal como profesionalmente.

Pero claro, si el ponente aburre (y el 99% de ellos lo hacen) el público desconecta.

Se van.

Ahí te quedas, pasmao.

Esto es así.

¿Qué hace ese 1% restante que no aburre?

1. Son humildes.

Porque saben que, por bien que lo hagan, SIEMPRE se puede mejorar. Y tienen hambre para seguir haciéndolo.

2. Se forman.

Porque saben que lo de hablar bien en público no es sólo para los que han nacido con una estrella en el culo, sino que es una habilidad que se puede (y se debe) aprender. Una habilidad imprescincible para su vida y para su carrera. Porque vivir y comunicar es lo mismo.

3. Utilizan a su favor el miedo escénico.

Porque saben que necesitan cierta dosis de adrenalina para estar despiertos. No puedes hablar en público como si estuvieras de cañas con tus amigos.

Sin más.

4. Practican.

Porque saben que las tablas sobre un escenario son horas de vuelo, y que cuanto más hablen en público, mejor lo harán. Así que se exponen todo lo que pueden.

¿Y qué pasa si aprendes oratoria?

Si aprendes oratoria, tu valor profesional aumentará un 50%

Esto tampoco lo digo yo. Lo dice Warren Buffet.

El Sr Buffet, por si no lo sabes, es uno de los inversores más grandes del mundo, además de ser el mayor accionista, presidente y director ejectutivo de Berkshire Hathaway. Es un pez gordo de la bolsa forrado del todo. Él, por cierto, también tenía miedo escénico, tanto que, al principio de su carrera, rechazaba hacer presentaciones en público, así que se formó en oratoria, y oye, parece que no le ha ido mal del todo.

¿Y tú quién eres?

Silvia Valdés. Profesora de oratoria y alérgica a las presentaciones somnífero.

Enseño a mis alumnos hablar en público, pero bien.

Sin postureos, sin trucos, sin parafernalias.

Lo hago porque me flipa hacerlo, me divierte y se me da bien.

Resumiendo:

Ayudo a mis alumnos a ser del 1% de ponentes que no aburre a los peces (por su bien, por el mio propio y por el de la humanidad) y gano dinero con ello.

Tres casos de alumnos:

Pezqueñín triunfa en un océano de tiburones

Alumno 1, desde pequeño, soñaba con entrar a trabajar en la empresa más importante del fútbol español. Estaba a un paso de conseguirlo, y le daba tanto miedo meter la pata que no le salían las palabras en la presentación que le iba a catapultar a dar el gran salto.

Trabajamos en su mentalidad, en la estructura del discurso y en su gestión emocional.

Le contrataron, pese a la feroz competencia de sus rivales.

✔  El sentirse un pezqueñín en un océano de tiburones afecta a la comunicación de muchos más profesionales de los que te imaginas.

✔  No es suficiente con trabajar la técnica.

✔  Hay que tener una gran mentalidad para que funcione.

Logra inversión millonaria para una planta de transformación en números rojos.

Alumno 2 era el gerente de la sede irlandesa de una multinacional dedicada a la venta de pescado y marisco. La presencia en Irlanda pendía de un hilo. Los jefazos amenazaban con cerrarla porque llevaban un año en pérdidas. Alumno 2 quería que invirtieran en una nueva línea de negocio para reflotar la planta. Trabajamos su discurso en la reunión. Los jefazos, lejos de echar el cierre, le dieron luz verde, pese a que la inversión era alta. 

✔  Aportar datos técnicos a lo bestia, por buena que sea la previsión de resultados, no hace que conecten contigo. Los datos, sin más, aburren, y no conectan. No los ven porque no los miran.

✔  Humanizamos esos datos y así sí, conectan con tu público. Los miran, y los ven.

Se mete en el bolsillo a 500 inversores y al hueso duro de roer de su jefe.

Alumna 3 trabaja en un gran banco. Su misión es convencer a los inversores, pese a los aranceles de Trump y todo lo que eso supone. Se quedaba sin respiración al exponer su mensaje delante de 500 peces gordos.

Trabajamos su instrumento como oradora, la estructura de su mensaje y su conexión emocional.

El día de la presentación, defendió sus productos tan bien que triunfó entre los inversores y se ganó el reconocimiento de su jefe, un hueso duro de roer que acabó mandándole un WhatsApp personal (nunca antes lo había hecho) y las fotos que le había hecho durante su discurso, de lo flipado que estaba con su presentación.

✔  Los peces gordos son de carne y hueso. Sólo es cuestión de saber detrás de qué piedra se esconde su corazoncito. Tu comunicación será una flecha directa a su patata, y de ahí, dar el paso a su cerebro (y a su bolsillo) es pan comido.

✔  Un mensaje pesimista puede transformarse en un mensaje alentador.

✔ Conozco a muchos profesionales que son increíblemente buenos en lo que hacen, pero que no lo saben comunicar bien.

✔  Ese es mi trabajo. Les enseño a transmitir lo que realmente valen.

¿Y qué tienes para mi?

Lo primero de todo, un consejo:

Si quieres ser del 1% de oradores que comunican muy bien su mensaje, que dejan a su público pegado a su asiento y con ganas de más, aprende oratoria.

Hazlo donde te dé la gana, pero hazlo. Hay muchos profesionales, algunos de ellos (pocos), muy buenos. Si estoy en ese grupo de profes muy buenos (o no) tendrás que juzgarlo por ti mismo.

En todo caso, los resultados de mis alumnos dicen que sí.

Mira:

En realidad, ni son mis alumnos ni soy yo. Es que el método de oratoria que enseño y aplican, funciona. 

Y no consiste en imaginarte desnudo a tu público para perder el miedo escénico, ni en dividir a la audiencia en tres partes para mirarlos a todos, así como en fascículos, ni en mover las manos así o asá o asú para proyectar autoridad.

Si eso es oratoria (rancia), llámame profe de antioratoria, porque nunca te pediré algo parecido. 

Lo segundo, una proposición (decente):

Suscríbete a mi boletín. En él, escribo un correo diario con historias sobre cómo destacar hablando en público. También con anécdotas mías encima de un escenario (desde 1982 tengo unas cuantas) o sobre mi vida (vivir y comunicar es lo mismo).

Además, intentaré venderte productos de alto valor para mejorar tu oratoria y que disfrutes hablando en público. Si esto es un problema para ti, crees que ya lo sabes todo o crees que puedes ser el próximo Obama en dos tardes, por favor no te suscribas.