¿Para Qué Una Formación De Oratoria?

Un tranvía llamado deseo.

El padrino.

Él último tango en París.

Ocurra lo que ocurra en la trama, en cualquiera de las secuencias de esas pelis, miras a Marlon Brando.

(Si no has visto esas pelis, porfa, hazlo.)

Sigo.

Cuando estudiaba Arte Dramático en la escuela de Interpretación:

Mi profe de interpretación, Carles Sanjaime.

Mi profe de técnica vocal, Pepe Galloto.

Mi profe de técnica corporal, Yevgeni Mayorga.

Todos ellos, me decían:

“Hagas lo que hagas en el escenario, te miro.”

Marlon Brando era un tío magnético, que atrapa, que hacía que ocurriera lo que ocurriera en escena, acababas mirándole a él, y eso es fundamental:

Llamar la atención de los que te miran.

Se llama presencia escénica.

Mejor dicho: PRESENCIA ESCÉNICA.

Yo, aspiraba a serlo.

No a ser Marlon Brando, pero sí Silvia Valdés.

A que me miraran por ello.

Y es que,

Oh,

Oh oh.

Oh oh oh.

Una se sube al escenario a que la miren.

¿A qué si no?

A captar la atención del público.

Igual te suena raro, pero es que es así.

Hazme caso.

Repito. ¿A qué si no te pones delante de un público?

Si no te mira ni el tato,

o peor aún: si te miran pero no te ven,

si en tus ponencias eligen poner su atención en el de al lado, en el Whatsapp,

o en su reloj (pa’ ver cuanto tiempo les queda ahí sentados),

necesitas un plus de presencia escénica.

Y de eso, poco se habla en las formaciones de oratoria.

Igual porque piensan que ese magnetismo delante del público que hace que te miren, es cuestión de don de nacimiento.

Que se tiene, o no se tiene.

Y es mentira.

 A ver, pa los del fondo:

La presencia escénica se entrena, y debería hacerse en una buena formación de oratoria.

¿Dónde, si no?